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El Principio Único
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HERMANOS E HIJOS,
HERMANOS E HIJOS,
El SER UNO
ALINEACIÓN CÓSMICA,
7 MIL AÑOS,
DE PREPARACION
SHARING:
↓
Sin Conocimiento, nó vivo
Sin entendimiento, nó existo
sin amor incondicional, nó Soy
sin amor incondicional, nó Soy
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El ser uno - los arcanos de thoth
continuación:
110. Si sabíamos cómo transmitir, ¿cómo entonces podríamos descubrir la recepción?
¿Cómo expandir una transmisión limpia, diáfana, clara, pura y mandarla a los confines del universo, y después recibirla cargada de experiencias y vivencias?
¿Tendríamos la fuerza para conseguirlo?
La luz era maravillosa: nos protegía, nos daba amor, armonía; nos sentíamos envueltos por ella.
Mas era solo eso: luz.
Nosotros éramos otra realidad: no podíamos conformarnos con amar, fluctuar y sentirnos eternamente en armonía y paz.
Comprendimos que, al ser los transmisores y receptores, el peso del universo estaba en nuestras espaldas.
Éramos los responsables por ese universo, y si no lo cuidábamos, pereceríamos con él.
Gran verdad y descubrimiento.
Solo nos restaba trabajar, unir, transmitir, recibir y ser el comando del universo.
Para realizarlo, tuvimos que crear los medios apropiados.
Las esporas energéticas las estiramos formando filamentos finos.
Estos filamentos los llamamos circuitos, y los clasificamos según su trabajo.
De esta forma, uniendo y haciendo, estábamos logrando transmitir sin alterar su cauce.
Alrededor de la transmisión, construimos una protección fuerte para que nada alterase la conducción energética.
Habíamos formado nuestro hogar y lo llamamos cuerpo energético.
Cuando terminamos, no habíamos reparado en que, por indicación de la luz, habíamos creado una forma energética maravillosa, algo que jamás pudimos prever: un brillante perfecto.
Nosotros estábamos dentro de él, era nuestro hogar, el creador nos había mandado la fórmula a través de la luz.
Contemplamos extasiados nuestro hogar; después de la sorpresa y de tanta belleza, comenzamos a observarlo para poder entender su funcionamiento.
Nuestro brillante hogar giraba en su propio eje lentamente.
Mientras lo hacía, miles de millones de colores refulgían.
Estos pasaban por los filamentos, y al hacerlo, emitían sonidos y ritmos diferentes.
El ritmo producía una cadencia determinada, y ese todo estaba regido por un latido uniforme que salía de su centro.
Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que el centro era nuestro creador, el Principio Único, que nuestros hermanos-luz estaban alrededor de él y que la iluminación y colores partía del centro hacia fuera.
No estábamos solos, nunca lo estuvimos.
Hasta el momento habíamos unido al Principio Único con los cabezales y terminales superiores: tres realidades juntas.
Solo entonces, conjuntamente con nuestros hermanos de la luz, pudimos descubrir que estábamos tomando una forma determinada, que luego más adelante descubriríamos que era la forma hombre.
Los hermanos-luz nos enseñaron todo lo que ellos sabían, sobre todo cómo podíamos utilizar la energía.
Nos demostraron que sin cabeza
—o sea, sin ellos—,
no haríamos nada.
Supimos que nos necesitábamos totalmente, y nos encaminaron también al trabajo que debíamos realizar.
Cuando nos unimos a ellos
—o sea, a los cabezales—,
percibimos que el conocimiento imaginativo del padre estaba todo ahí, toda su creación era un solo presente.
Nuestro aprendizaje fue profundo; nada escapó de nuestra percepción.
Comprendimos que fuimos, somos y seremos una sola realidad.
Nuestro trabajo consistía en ordenar, clasificar, distribuir y colocar todo lo que esa imaginación contenía.
Si no hubiéramos tenido a nuestros hermanos de la luz, nunca lo habríamos conseguido.
Ellos guiaron nuestros pasos y, poco a poco, conseguimos archivar todo el conocimiento que se debía plasmar en su debido momento.
Al filtrarse la luz a través de nuestros terminales, sentimos la vida corriendo por los filamentos.
Los cabezales retenían la información, y los circuitos la mandaban al lugar que le pertenecía.
Era un brillante maravilloso.
Nosotros lo dividimos por sectores; cada uno de ellos tendría un color determinado que lo caracterizaría.
Cada sector lo llamaríamos zona, y cada una de ellas clasificaría información.
110
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110. If we knew how to transmit, how then could we discover reception? How to expand a clean, diaphanous, clear, pure transmission and send it to the ends of the universe, and then receive it full of experiences? Would we have the strength to achieve it? The light was wonderful: it protected us, it gave us love, harmony; we felt enveloped by it. But it was just that: light. We were another reality: we could not settle for loving, fluctuating and feeling eternally in harmony and peace. We understood that, being the transmitters and receivers, the weight of the universe was on our backs. We were responsible for that universe, and if we didn't take care of it, we would perish with it. Great truth and discovery. We only had to work, unite, transmit, receive and be the command of the universe. To realize it, we had to create the appropriate means. We stretch the energetic spores into fine filaments. We call these filaments circuits, and we classify them according to their work. In this way, uniting and doing, we were managing to transmit without altering its course. Around the transmission, we built a strong protection so that nothing disturbed the power conduction. We had formed our home and called it an energy body. When we finished, we had not noticed that, by indication of the light, we had created a wonderful, energetic form, something that we could never foresee: a perfect brilliant. We were inside it, it was our home, the creator had sent us the formula through the light. We gaze in ecstasy at our home; After the surprise and so much beauty, we began to observe it in order to understand its operation. Our bright home slowly turned on its own axis. As he did, billions of colors flashed. These passed through the filaments, and as they did so, they emitted different sounds and rhythms. The rhythm produced a certain cadence, and that everything was governed by a uniform heartbeat that came from its center. It was then that we realized that the center was our creator, the Unique Principle, that our brothers-light were around it and that the lighting and colors started from the center outwards. We were not alone, we never were. Until now we had united the Unique Principle with the upper heads and terminals: three realities together. Only then, together with our brothers of light, were we able to discover that we were taking a certain form, which we would later discover was the form of man. The light-brothers taught us everything they knew, especially how we could use energy. They showed us that without a head —that is, without them—, we wouldn't do anything. We knew that we needed each other totally, and they also directed us to the work that we had to do. When we joined them—that is, the heads—we perceived that the imaginative knowledge of the father was all there, all of his creation was a single present. Our learning was profound; nothing escaped our perception. We understood that we were, are and will be a single reality. Our job was to order, classify, distribute and place everything that imagination contained. If we hadn't had our brothers of light, we would never have made it. They guided our steps and, little by little, we managed to archive all the knowledge that had to be reflected in due course. As light filters through our terminals, we feel life running through the filaments. The heads retained the information, and the circuits sent it to the place where it belonged. It was a wonderful brilliant. We divide it by sectors; each of them would have a certain color that would characterize it. We would call each sector a zone, and each of them would classify information.
110
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